Escándalo por la filtración de textos secretos del Vaticano
Paolo Gabriele será juzgado durante el otoño junto a un empleado de la Secretaría de Estado de la Santa Sede
CIUDAD DEL VATICANO (14/AGO/2012).- Cae el primero de la red. El Vaticano abrirá un juicio por la filtración de documentos reservados de Benedicto XVI contra el mayordomo del Papa, Paolo Gabriele, y su cómplice, el informático Claudio Sciarpelletti, cuyo nombre salió ayer a relucir por primera vez, desde que estalló el escándalo.
El mayordomo y el informático, un empleado de la Secretaría de Estado de la Santa Sede, Gobierno central del Vaticano, serán juzgados por “robo agravado” y “complicidad”, en este caso conocido como el escándalo “Vatileaks”, según el documento judicial de 35 páginas divulgado por el Vaticano y firmado por el juez de instrucción, Piero Bonnet, y el procurador Nicola Picardi.
Gabriele, de 46 años, con ciudadanía vaticana, detenido el pasado 23 de mayo, quedó el 22 de junio bajo detención domiciliaria, y desde entonces permanece junto con su familia en el interior del Vaticano.
Por su parte Sciarpelletti, técnico de sistemas informáticos de la Secretaría de Estado, detenido el 25 de mayo y liberado al día siguiente, será juzgado por “receptación” de objetos robados. Los medios de comunicación no habían tenido conocimiento de dicha detención ni de su implicación hasta ayer.
“Su papel es marginal”, precisó en una conferencia de prensa el portavoz de la Santa Sede, padre Federico Lombardi. El informático fue suspendido de su cargo “ad cautelam”, por precaución, pero sigue percibiendo su salario.
“La magistratura vaticana descubrió una realidad muy compleja. La justicia proseguirá su labor, la investigación sobre otras personas involucradas sigue abierta”, declaró Federico Lombardi.
Al parecer dos personas, identificadas sólo con las iniciales X y W, hicieron de intermediarias entre Gabriele y Sciarpeletti. Sus nombres no han sido comunicados porque no se ha determinado aún su situación judicial.
El documento asegura que el mayordomo del Papa, llamado familiarmente Paoletto, uno de los pocos laicos con acceso a los apartamentos del Pontífice, del que era su sombra, fue sometido a un examen psiquiátrico, que descartó problemas de índole psicológica.
La detención del mayordomo se produjo en plena tormenta por la continua filtración a la prensa de la existencia de tensiones en el Vaticano, sobre todo en lo que a la transparencia financiera se refiere.
En el libro publicado a inicios del año “Sua Santita” (Su Santidad), que revela numerosos documentos confidenciales, el autor, el periodista italiano Gianluigi Nuzzi, describe, sin nombrarlo, al hombre que originó las filtraciones como alguien de confianza del Papa, pero que desea corregir las numerosas “injusticias” dando a conocer “lo que pasa en el Vaticano”.
TELÓN DE FONDO
La acusación contra el hombre de confianza del Sumo Pontífice
Paolo Gabriele, de 46 años, casado, padre de tres hijos y bajo arresto domiciliario desde el 21 de julio, está oficialmente acusado de haber sustraído del despacho de su superior jerárquico, el secretario de Joseph Ratzinger, monseñor Georg Gänswein, numerosos mensajes, cartas y correos secretos.
Durante el registro de su piso, situado en el territorio de la Ciudad del Vaticano, la Policía del pequeño Estado encontró fotocopias de varios documentos y también algunos objetos del Papa, como una pepita de oro y una edición de 1581 de La Eneida.
La Policía halló asimismo un cheque por valor de 100 mil euros, que la Universidad Católica de San Antonio, ubicada en Guadalupe, Murcia, firmó para el Sumo Pontífice el 26 de marzo de este año.
Estos hallazgos fueron suficientes para decretar la detención inmediata, el pasado 23 de mayo, del hasta entonces fiel colaborador de Benedicto XVI. Desde aquella fecha, el mayordomo ha sido interrogado tres veces y, al parecer, ha colaborado con las investigaciones.
Él mismo confesó haber entrado en contacto con el periodista Gianluigi Nuzzi para pasarle material sensible sobre la Corte vaticana.
El mayordomo podría pagar una condena que iría de uno a seis años de cárcel, aunque el Papa, que lo consideraba como a un hijo, puede absolverlo.
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